El Museo de Arte de Lima (MALI) es uno de los monumentos más importantes y emblemáticos de la ciudad, creado como parte de la Exposición Nacional de 1872. El edificio durante los años que ha existido ha tenido remodelaciones he intervenciones que han respondido a necesidades de usos, ideas y estilos arquitectónicos propios del contexto histórico que se encontraban. Uno de estos momentos comienza en el 2020 con la restauración de las fachadas y luego intervenciones dentro del edificio. Entre los diferentes trabajos se vio la necesidad de una boletería la cual requería, además de su obvia función, ser un espacio de bienvenida para el museo.
El edificio, a lo largo de su vida, ha ido cambiando, presentando dadas ya sea por desastres como incendios, guerras o cambios de usos, todas son productos de momentos históricos y socioeconómicos con ideas y conceptos propios del contexto que se encontraban. Estas intervenciones han inevitablemente transformado el carácter interior del edificio en casos transformando o acentuando su carácter histórico y formal dando pie a un edificio de varias capas e intenciones. El logro de las intervenciones enmarca un precedente para tener en cuenta el cual, por el contexto donde fueron hechas, ha sido de anteponerse ante el edificio con caracteres históricos y formales claros evitando comulgar con este. Ahora, la intervención que suceda inevitablemente va a terminar con un fin aprecido, algo no pensado y diseñado en la concepción será, al fin de cuentas, un ajeno a la idea primaria del edificio, intentar lo contrario solo incurriría en una farsa. Entonces la respuesta a la intervención es aceptar el contexto histórico contemporáneo en que se trabaja (con sus ideas y formalismos) y entender que es un proceso más de una línea historia de intervenciones que se dieron y que posiblemente se darán. Por esto el contexto actual debe de englobar y recoger todo lo dado antes, pero esta vez respetando y dándole la importancia requerida y no imponiéndose como una idea única si no como una de muchas.
En la amalgama de ideas que son las intervenciones dadas en el edificio se debe buscar un hilo conector que ayude a crear un discurso para la propuesta, es así como se encontró en lo formal como es la proporción, formas y materialidad a lo largo del edificio la respuesta para esto. El contexto del lugar a intervenir, el “Gran Hall” o hall de entrada, cuenta con la arquitectura formal bastante racional como son columnas, arquerías y patrones en piso, todos compartiendo las mismas proporciones y relación en un espacio cubico.
Los materiales actuales están compuestos en piso de mármol blanco y negro generando un patrón (que sigue la línea lógica del espacio) y madera en las escaleras de acceso al segundo piso. En los espacios continuos pero visibles desde el lugar se ven columnas de metal y carpintería de madera pintada.
La intervención toma estos caracteres como bases para acoplarse al espacio. Se usa el patrón del piso como medida para delimitar el espacio de recepción propia de la boletería y se escoge madera para su cobertura tanto por el contraste al piso inmediato de mármol, igualar el mismo material de la escalera en elevación y para que al tacto este sea una recepción “cálida” y “accesible”.
Cumplir con la proporción ayuda a que la intervención no se vea fuera de escala en el “Gran Hall” así como para ayudar a recibir de forma mas eficiente a grupos grandes de visitantes.
Un gesto importante que se quería lograr era que, si bien la boletería debía respetar el contexto, esta no debía negar su carácter de intervención y por ende debía sentirse desvinculada del edificio, es así como se decide hacer “volar” toda la mesada y desprenderla de la pared. El efecto no solo cumple con el propósito antes mencionado, también hace que la mesada en general se sienta ligera acentuando mas la idea de intervención en un espacio con proporciones que muestran peso y monumentalidad.
La intervención en la parte interna busca replicar la carpintería existente en puertas en el museo, con una abstracción de sus proporciones y uso de color, resultando así en un espacio que procura no destacar y ser un fondo a la mesada y el uso que se den en el espacio. Este espacio además busca solucionar problemáticas funcionales propias de la operación de una boletería, escondiendo y ordenando pertrechos, así como facilitando su uso en el cotidiano. La zona de trabajo de mesada, también enchapada en la misma madera que la recepción, esconde la estructura que soporta el volado de la mesada dándole así continuidad y la sensación de que está pareciera no estar desconectada de los muros del museo. Se aprovechan los espacios también para esconder tomacorrientes y zonas de guardado.